Curso: Domus, cuando la casa es escuela y la escuela es casa
Con Jaime Buhigas
Salvar la tierra
Acoger el cielo
Esperar a los divinos
Conducir a los mortales.
Con esta advocación de Heidegger, difícil de entender de inicio, hemos compartido un viaje de tres días de reflexión, lectura, arte, convivencia y, además, muy buena mesa.
Entrando en un nuevo lenguaje, nos dirigimos hacia una forma diferente de entender La Casa; hemos ido descubriendo que habitar es mucho más de lo que pensábamos.
Adivinamos el por qué una agradable habitación hace más poético el invierno y que “somos” en cuanto que somos capaces de habitar, ya que las casas que habitamos, funcionales o enemigas, almacenes u olvidadas, imposibles o explotadas, nos hablan de quienes somos y de cómo queremos vivir.
Acompañados por León Felipe, Benedetti y Pepe Hierro entre otros, descubrimos que el hogar es el lugar de la palabra y que hallar la casa es una tarea de búsqueda, pérdida y encuentro. Pero que es también el retorno al lugar de origen. Porque la casa, potencia y recoge el universo y el ritmo de las almas de quienes la viven y es el escenario activo donde proyectamos y definimos todas nuestras posibilidades de habitar.
Los límites, el centro, la identidad y el Universo, se ven ahora de distinta forma y, de repente, caemos en la cuenta de que si no hay límite no hay centro. La realidad que hay detrás de cada una de las ventanas se nos presenta desde dentro y también desde fuera.
La poética del hogar nos devela el árbol como gran elemento metafórico. Y es la proximidad a la Navidad lo que nos invita a vivirla interpretando todos sus símbolos a la luz de la historia y de la filosofía.
En definitiva, como dice Mia Couto, «lo importante no es la casa donde vivimos sino dónde en nosotros vive la casa».
Es la casa un palomar
y la cama un jazminero
las puertas de par en par
y en el fondo el mundo entero.
Miguel Hernández