Encuentro del equipo directivo de los Colegios 3A

La Casa de la Maestra dejó de ser un lugar habitual para convertirse en un laboratorio de presencia. Durante tres días el trabajo no fue solo sobre estructuras institucionales sino sobre las vidas que las sostienen: cómo se mueve un equipo, qué lo frena, qué lo ilumina. Empezamos poniendo en claro expectativas y encuadres —¿a qué hemos venido? — y desde esa claridad observamos la relación entre vida, realidad y control; las palancas que activan la motivación intrínseca o la reducen a impulsos extrínsecos. Fue un inicio que pidió honestidad intelectual: mirarnos para poder decidir con criterio.
El sábado por la mañana exploramos cómo el movimiento vital del equipo se enreda con las dinámicas habituales del dia a dia. El trabajo teórico se tradujo en decisiones prácticas: cómo construir acuerdos que perduren, cómo diseñar seguimientos y planes de acción concretos. No se trató de fórmulas mágicas, sino de herramientas operativas que permiten entender y comprender que la sinergia sea superior a la suma de las partes.
La tarde profundizó en lo íntimo: vulnerabilidad, individualidad y responsabilidad. Reconocer la propia fragilidad dejó de ser una confesión para convertirse en una competencia profesional. Allí donde aceptamos nuestra singularidad, surge la posibilidad de contribuir desde un lugar más auténtico; y cuando cada persona ocupa su lugar con responsabilidad, el equipo gana coherencia. Entendimos la riqueza de la diversidad frente al igualitarismo. Las dinámicas grupales y las puestas en común no fueron meros ejercicios simbólicos, sino formatos de entrenamiento para la convivencia institucional: prácticas que contemplan la apertura sin caer en la desprotección, la honestidad sin agresividad.
El domingo orientó todo hacia la práctica y el simulacro de reuniones de equipo: ¿qué entendemos por trabajo en equipo y cómo se articula? Diseñamos planes de acción donde la autonomía personal se convierte en palanca para el desarrollo armónico y efectiva de las reuniones. Se produjeron compromisos operativos —pequeñas políticas de trabajo conjunto, criterios de delegación y mecanismos de rendición de cuentas— que pueden aplicarse mañana mismo. Trabajamos la importancia del “feedback” no de manera retórica sino genuina, desde la humildad y el respeto.
Si hay un hilo que atravesó la jornada fue la mirada hacia los hábitos que nos condicionan. Aprendimos que reducir el estrés y el conflicto no es una cuestión de procedimientos adicionales, sino de calidad relacional: niveles de confianza que permitan comunicación eficaz, marcos para el feedback y el seguimiento, y una práctica cotidiana de límites claros. Lo práctico y lo existencial se encontraron: las conversaciones desembocaron en decisiones sobre turnos, responsabilidades, y modos de acompañamiento profesional que sostienen la tranquilidad como parte de la cultura institucional.