CURSO: Hondura de la vida y camino del pensamiento

con Josep Maria Esquirol

Por José Ramón Gamo

Josep compartió su visión sobre la condición humana. Una visión que es un sentir.

Con la idea de “intemperie” define la condición humana fundamental, lo que bautiza como radical. “Intemperie” como metáfora de nuestra vulnerabilidad.

Esquirol acompaña las palabras con el danzar de sus manos, con la pausa en el discurso, inundando la estancia de silencios reflexivos. Con la mirada que observa y te invita a observar, a veces es de dentro a fuera, otras recorre el camino inverso. Todo se desarrolla en un tempo lento, pero vibrante. Impregna el ambiente de una solemne calma, una intensa impresión que se deja sentir en el silencio del que escucha.

Nos habla de la “hondura”, que evoca la profundidad, lo inmenso, en ocasiones lo infinito.

Cuando algo te toca el alma, te llega al corazón. Es exactamente eso, dice y cuando lo dice, acaricia las palabras con el gesto y la voz.

El “alma”, como algo que define la hondura, que la habita.

Deja suspendido en el aire un gesto, con la mirada perdida. La mirada en realidad esta atenta al pensamiento, mientras el gesto que dibuja con las manos acota ese espacio. Una mano abierta, inmóvil, la otra se desplaza hacia dentro, al pecho. El gesto se repite contemplativo.

Entre la piel y el corazón, susurra. Como si estuviera en otro lugar. Vuelve la pausa y las manos repiten el gesto, dejando intuir el espacio.

Allí donde habitan las “heridas infinitas”.

Las cosas nos llegan, nos traspasan y nos tocan.

La vulnerabilidad da origen y configura nuestras heridas infinitas, que a su vez conforman lo propiamente humano, la condición humana fundamental. Aquello que es radical.

Nos mira y sonríe. Es curioso, en ocasiones esa sonrisa nace de lo privado, de lugares íntimos del pensamiento. Su mirada hacia dentro. Pero finalmente, atraviesa ese lugar que es el misterio interior de Esquirol y transita hacia nosotros.

El decide construir paso a paso el camino y nos guía con pausa.

“El camino de la hondura de la vida”

El humano como origen, un inicio. Somos inicio.

¿De donde emergen las heridas infinitas? De la relación del humano con la vida, de la relación con el mundo, de la relación con el “tu”, de la relación con la muerte. No hay jerarquía, todas están en el mismo plano. Todas nos atraviesan y nos tocan, dando origen a las “heridas infinitas”.

La relación del humano con la vida, la experiencia vital, el camino que se inicia.

La relación con el infinito, aquí la pausa estremece un poco. Es intenso este Esquirol.

Josep mira hacia dentro sin pudor, hay cierta desnudez en lo que cuenta, mientras nosotros nos quedamos suspendidos. Finalmente arranca, literalmente se arranca las palabras. “El abismo y la oscuridad”. La mirada suspendida, introspectiva y la sonrisa nostálgica, construyen la pausa. Nos mira y la idea culmina en la palabra. “La muerte”. Esa relación que nos atraviesa ya temprano en el camino y nos toca, manifestándose la herida en una sorda angustia vital.

La relación con el mundo. Entonces mira por la ventana. Su brazo se extiende con la mano abierta y nos señala el paisaje. Que belleza, susurra y se queda un instante congelado en el gesto. Nos vuelve a mirar. “El mundo” y suspira.

Que belleza, el mundo. A veces sus palabras construyen frases en bucle. Sencillas, cargadas de belleza. Jugando con el mundo de las ideas para recrear formas, metáforas hermosas. Exactamente eso.

De aquí la necesidad de señalar, de dirigir la atención a. ¿A dónde?, al mundo, a las cosas del mundo. Las cosas son y porque son, están. Se nos presentan y nos atraviesan. Contemplar la belleza, porque lo feo, la maldad, la injusticia, también están y nos atraviesa y nos toca, nos hiere. “Ya lo creo que nos toca”.

Josep nos invita a la contemplación.

Por fin la relación con el “tu”. El otro, el vosotros.

Sus manos no paran de hablar, sus movimientos son poéticos. Hace un arco con los dos brazos, las manos abiertas y el gesto hacia dentro. Arrastra el espacio lentamente hacia su pecho. Repite el gesto, nos guía con esa imagen, nos vuelve a recordar la vulnerabilidad, la vulnerabilidad del otro. Nos pone a la intemperie.

El otro se nos presenta, el otro nos atraviesa, el otro nos llega, el otro nos toca. “Ya lo creo que nos toca” y nos interpela. Pero no nos interpela de cualquier manera. “Cuídame y no me hagas daño” eso nos dice sin necesidad de decir nada. La “calidez” es la disposición necesaria para acoger al otro.

Nos recuerda que desde su visión no existe ninguna jerarquía en cuanto a estas relaciones. Josep pide que seamos responsables, seres humanos responsables, responsables ante estas cuestiones. Responsable es responder bien a lo que se nos presenta.

El segundo día de nuestro encuentro, Esquirol nos va a comentar su libro “la escuela del alma”, de la forma de educar a la manera de vivir.

Va recorriendo los capítulos, compartiendo su visión y su intención.

De esta mañana yo resumiría todo en varios pasajes del libro que creo encierran el sentido ultimo de su mensaje respecto al hecho de educar y el lugar que es la escuela en relación a este hecho.

“Hay escuela porque hay mundo y el mundo pide atención”…

“Una escuela de verdad es un lugar donde se entrena el prestar atención a las cosas del mundo y a los demás”…

“Educar tiene que ver con indicar e iniciar el camino que lleva hacia la madurez”…

“¿Qué es la madurez?, dar frutos”…

… El fruto maduro suele ser dulce. Buena pista. Y de esto podemos estar seguros: la quintaesencia de la educación o bien ha de coincidir, o, por lo menos, estar estrechamente relacionada con la de la vida. Ahora bien, la quintaesencia de la vida, de la vida humana, es la claridad y la calidez. Par indisociable que también puede decirse de otro modo: la no indiferencia. Como veremos, este concepto, raíz única de la dimensión cognitiva y de la moral, contiene todo un programa educativo. La no indiferencia es el cultivo del umbral. La no indiferencia es el cultivo del encuentro. La no indiferencia es el cultivo del origen. La no indiferencia  es el cultivo de la atención. La no indiferencia es el cultivo de la forma. La no indiferencia es el cultivo de la bondad. En resumen: la no indiferencia es el cultivo de la vida espiritual y comunitaria. La amenaza viene de la indiferencia: es la amenaza de la inhumanidad, de la frialdad, la insensibilidad, de la oscuridad, de la confusión y de cualquier tipo de totalitarismo…

“La escuela de verdad rechaza cualquier forma de violencia”…