CURSO: Madres e hijas
con Antonio Galindo

[por Lara Ortega]

Podría decir que fue casualidad que yo estuviera ahí con mi madre pero desde hace ya un tiempo que no creo en las casualidades, más bien creo en que lo que ocurre dentro de nosotras ocurre al mismo tiempo fuera y viceversa y eso me permite relacionarme con la vida desde un asombro, una paz y una alegría que hasta hace poco me era desconocida. Aún así no puedo dejar de agradecer a mi hermana Ana y a nuestras amigas Maite y Sonsoles por haber sido las tejedoras de este encuentro. Siento que este acercamiento con mi madre ha sido un regalo que nos hemos hecho mutuamente y hacerlo, además, acompañadas por un grupo entregado, platos exquisitos, flores, colores luminosos y paisajes reconfortantes ha hecho de esta vivencia un lugar al que querer volver. Volver a la Casa de la Maestra y a aquel fin de semana significa volver a lo que somos en esencia y a lo que verdaderamente nos une a nuestras madres e/o hijas y por extensión a la vida, acogiendo y abrazando  lo que hay, lo que es.

Aunque en esa buhardilla de colores vivos trabajamos el vínculo siento que conseguimos, con la ayuda de Antonio y su visión transpersonal, no dualista y de  conexión con el Espíritu (que es lo mismo que decir de conexión con el amor a todo lo que hay y es que mencionaba anteriormente), des-velar lo que nos atrapa en los vínculos y no nos deja vivir nuestras relaciones con plenitud: distancia entre la hija y la madre ideal y la real y viceversa; dependencia emocional; roles; carencias percibidas; sumisión y control; rechazo e identificación; amor incondicional como ideal; expectativas; deudas; comportamientos habituales que se convierten en adictivos; proyecciones de la propia sombra; miedo a no cumplir con lo que se espera de nosotras; miedo a pedir lo que necesitamos; miedo al fin y al cabo a sentirnos vulnerables.

En definitiva, lo que siento que ha ocurrido en este encuentro es que hemos retirado el velo de lo que pensamos que debería ser o haber sido nuestra relación con nuestras madres e/o hijas frente a lo que realmente es en cada uno de nuestros vínculos y, al mismo tiempo, saberse parte de una idea arquetípica de este vínculo. Requiere de valentía asomarse a esto porque implica acercarse a nuestra herida primigenia. Por eso este encuentro ha sido, es y ,me atrevo a decir, que será tan necesario puesto que propicia el espacio y el tiempo para atender este vínculo que es la madre de todos los demás. Podría incluso decir que este encuentro nos ayuda a amar esa herida y si no al menos ponernos en el camino para ello, por complicado que nos pueda parecer en un principio.

Una vez que nos adentramos en la herida y solo entonces puede penetrar la luz en nosotras, tal y como manifiesta el poeta sufí Rumi en eso de que la herida es el lugar por donde entra la luz. Se requiere de esa valentía y también de una firme determinación porque hemos de entrar ahí y eso conlleva, la mayoría de las veces, un dolor y un sentirnos vulnerables del que nos queremos apartar rápidamente. Sin embargo he vivido en este encuentro que bien acompañadas es mejor que sola y que merece cualquier pena que hayamos de atravesar hacer este trabajo porque no hay nada más urgente ni más necesario que morir a lo ilusorio para poder vivir.